GEO Recordatorio 1ro A B C

Buenas tarde chicos, recuerden que el día martes 19 del presente mes  continuamos con nuestro proyecto de “Tipos de clima”.

Es muy importante echarle ganas a su creatividad, orden, limpieza y entrega de trabajo a tiempo.

También quiero mencionar que su conducta dentro del aula se ve reflejada en sus actividades diarias, OJO CON ESO, vuelvan a leer su reglamento interno de clase.

Les dejo un vídeo acerca de lo visto en clase esta semana.

 

Saludos

 

 

Tarea – 1ro B

No olviden que deben terminar el análisis del cuento, pues cuenta como proyecto. Se los dejo aquí.

GRISELDA

La muchacha rubia se detuvo unos instantes, indecisa, frente a la puerta entornada, pero se decidió por fin a entrar. No dejó de extrañarle el total abandono del jardín, donde apenas se podía caminar por la maleza que todo lo invadía, hasta el sendero que llevaba hacia la casa, que se veía al fondo entre los altos árboles. Las plantas crecían desordenadamente: sin duda hacía tiempo que no habían sido podadas. El sol de las cuatro de la tarde era abrasador, deslumbrante, y la muchacha tenía que colocarse las manos a modo de visera para poder caminar. Un pájaro que voló a su paso la hizo sobresaltarse, y el suéter negro se quedó prendido entre las ramas espinosas de un rosal de Castilla. Lo desprendió con todo cuidado para no romperlo y resolvió llevarlo sobre el brazo. Se sentía nerviosa por haber penetrado en esa finca de una manera tan incorrecta; pero no había resistido la tentación de conocer la vieja residencia que ella siempre veía cerrada y probablemente sola, cuando pasaba en su diaria caminata hacia el correo de San Jerónimo. Esa, si se la podía llamar pequeña aventura, era algo por lo menos novedoso.
Algo que rompía aunque fuera por breves instantes la monotonía de su existencia, reducida a oír las eternas lamentaciones de su madre. En eso pensaba la muchacha rubia cuando llegó hasta la orilla de una alberca, que las plantas y los árboles ocultaban. Una mujer vestida también de negro se encontraba sentada en una banca bajo la sombra de un álamo. Al descubrirla, la muchacha pensó regresarse; pero la mujer ya se había percatado de su presencia, a causa de la ruidosa hojarasca.
—Perdone usted, señora, que haya entrado así, pero no resistí la curiosidad de conocer esta finca, que siempre, me ha intrigado por su soledad.
—Desde hace; años está abandonada, yo soy la única que viene de vez en cuando pero, no se vaya, quédese un momento a platicar; por favor, siéntese usted.
La joven titubeó y quiso inventar alguna disculpa: “sería bastante descortés no aceptar, después de haber entrado así…” Y se sentó en el extremo de la banca.
—Me llamo Griselda —dijo por toda presentación; la mujer que usaba unas gruesas gafas oscuras.
—Yo, Martha —correspondió la muchacha, y comenzó a observarla de reojo. Debía tener cincuenta; años o más. El cabello canoso conservaba aún algunos mechones negros. No usaba maquillaje y las gafas impedían apreciar bien sus facciones. Sin embargo, se podía advertir que aún era una mujer guapa, una mujer que debió ser muy hermosa.
—Uno siempre vuelve al sitio de sus recuerdos —dijo Griselda, como si tratara de explicar su presencia en aquella finca abandonada.
—Es verdad —contestó Martha—. Nosotros, es decir mi madre, se empeña en buscar los recuerdos de papá. Él murió hace poco tiempo.
—Cuánto lo lamento.
—Mi madre está inconsolable y quiso que nos viniéramos una temporada aquí, en donde pasábamos siempre las vacaciones y que a papá tanto le gustaba. Pero, más que otra cosa, yo sé que mamá quiere estar lejos de la ciudad y de todos. Usted sabe, yo a veces temo que ella…
—Sí, es duro y muy difícil resignarse a esas pérdidas, yo lo sé.
—Yo también he sentido mucho a papá, pero… yo tengo esperanzas, proyectos, planes, en cambio, ella…
—Se termina todo para siempre, no queda nada ni nadie. Yo también perdí a mi marido.
Martha no supo de pronto qué decirle, conmovida por aquel tono de voz estremecido, y la desolación total que las palabras revelaban. Recordó la noche cuando su prima telefoneó para avisarle que Ricardo había muerto en Nueva York. Todo se había detenido en aquel instante, como si el tiempo y la vida misma se pararan de golpe. Se había quedado anonadada, sin saber qué hacer, qué pensar… Reparó entonces en el largo silencio en que había caído y trató de disculparse:
—Mi primer novio murió, murió repentinamente. Nos conocíamos desde niños y fue un golpe terrible.
—También él murió cuando yo menos lo hubiera creído. Era aún bastante joven, y nos queríamos de una manera tan…
— ¿Fue hace mucho tiempo? Griselda no la oyó. Se había quedado ensimismada.
—Le voy a mostrar su retrato —dijo de pronto, como si volviera de muy lejos, y se quitó con manos temblorosas un medallón. Al abrirlo, Martha encontró dos miniaturas notablemente logradas. El retrato de .un hombre y el de Griselda. Los dos eran jóvenes y hermosos; sobre todo ella con enormes ojos de un extraño color, azul, gris, verde. Un color increíble de humo verde azul. El cabello oscuro le caía sobre los hombros enmarcando un óvalo perfecto, y los extraordinarios ojos que Martha no podía dejar de admirar. Una bella pareja, y las copias muy fieles —y sintió que algo, por dentro, le dolía al contemplar a la mujer de ahora.
—Él fue muy guapo. Tanto, que las mujeres se volvían en la calle para mirarlo.
—Y usted también, señora, y qué ojos más increíbles los suyos, con un color como no he visto otros —dijo Martha al regresarle el medallón.
—A él también le encantaban.
— ¿Fue hace mucho tiempo? —y al terminar la pregunta Martha reparó que era la segunda vez que la hacía.
—Sí, hace años. Estábamos aquí en esta finca, a donde veníamos a pasar el verano. Entonces había muy pocas residencias y no existía carretera; se sentía uno en pleno campo, lejos de la ciudad.
—Así me siento yo ahora, desconectada por completo de mis amigos y de mis actividades; en un aislamiento que me deprime terriblemente.
—Yo fui muy dichosa en este lugar, nunca lo olvidaré…
—En cambio para mí ha sido una verdadera tortura, sin tener qué hacer ni adonde ir; oyendo todo el día las constantes lamentaciones de mamá, o mirándola llorar sin consuelo. Hay veces que no soporto más, y me desespera no poder hacer nada, nada… Por eso salgo por las tardes, aprovechando que ella duerme un poco después de comer y son las únicas horas en que descansa, porque pasa toda la noche en vela, recorriendo la casa entre sollozos. Cuando salgo voy al correo a dejar las cartas que le escribo a mi novio que está en Mérida.
— ¡Pobrecita!, es muy pesado a su edad pasar por estas situaciones. Cuando se es viejo, uno vive ya sólo de sus recuerdos, los persigue queriendo recuperarlos, como si fueran los pedazos de un objeto roto que se quisiera reconstruir.
Martha la escuchaba hablar y pensaba en la injusticia que su madre cometía con ella, al condenarla a ese aislamiento absurdo. Ya tenía bastante con haber perdido a su padre; y miraba el estanque invadido de lirios acuáticos.
—Por eso mismo no me he hecho el ánimo de vender esta finca. Aquí lo vi por última vez, aquí quedaron tantas cosas.
—Mi padre murió en México, pero mamá dice que en este lugar tiene muy bellos recuerdos y, además, como no quiere ver a nadie…
—Mi único deseo sería quedarme aquí. Sin embargo…
—¿Nunca más ha vuelto a vivir en este lugar?
—Nunca más. Sólo en tardes como ésta en que me escapo sin avisarle a nadie.
—Deben haber sido muy duros todos estos años.
—No se puede usted imaginar cuánto —dijo la mujer con voz entrecortada—. Cuando lo vi muerto pensé que ya no sería posible sufrir más; después…
—¿Y no hay posibilidad de olvidar, que con el tiempo la memoria sea menos persistente y aminore la intensidad del dolor?
—No, eso sería lo más terrible de todo, lo inadmisible. Esta búsqueda continua de recuerdos, de pequeñas cosas como un olor, un sonido, o una palabra, que reconstruyan dentro de uno lo que se ha ido, es lo único que nos queda, lo único que sostiene y ayuda a seguir viviendo.
—Así piensa también mamá.
—Siempre que vuelvo aquí regreso deshecha, casi muerta. Es por eso que no me dejan venir. Cada vez revivo todo lo que pasó aquella tarde, escucho sus palabras de despedida, lo veo partir
—¿Se fue lejos?
—No, a México solamente. Hacía el trayecto a caballo, era un estupendo jinete. Esa vez…, esa vez yo me pasé la tarde aquí junto al estanque, bordando, hasta que anocheció. Después me fui a la casa a disponer la cena para esperarlo. Comenzó a llover. Llovía torrencialmente como llueve siempre en este lugar, y él no regresaba…
El sol estaba ocultándose; se iba la tarde. Martha miró el reloj con disimulo. Eran pasadas las seis. Su madre ya debía de haber despertado de la siesta, y la estaría esperando muy intranquila. Nunca tardaba tanto, pero ¿cómo irse ahora? No podía interrumpir el relato de la mujer.
—…yo estaba muy inquieta, como nunca lo había estado antes, con una extraña nerviosidad, como si presintiera algo. Dieron las diez, las once, habíamos recalentado la cena varias veces. Él no llegaba y seguía lloviendo, lloviendo sin cesar…
El viento refrescó la tarde y traía el perfume de los jazmines y las madreselvas. El crepúsculo se desmadejaba entre los altos árboles.
—… los relámpagos surcaban el cielo ennegrecido; no se oía el galope de su caballo, aquel galope que yo conocía hasta en sueños. Esperaba impaciente, cada vez más agitada, con un desasosiego que me roía las entrañas. De pronto entraron los mozos con él, bañado en sangre…
La voz de Griselda se deshizo en sollozos que estremecían todo su cuerpo. Martha la contemplaba muy perturbada. Hubiera querido estar ya de regreso en casa con su madre. Hubiera querido no haber entrado nunca en aquel lugar. El olor de los jazmines y de las madreselvas comenzaba a ser demasiado fuerte, tanto que, de tan intenso, se iba tornando oscuro y siniestro, como la tarde misma y los árboles y el agua ensombrecida del estanque.
—El caballo se había asustado con un rayo —dijo Griselda recomponiéndose un poco— y lo estrelló contra un árbol.
—¡Qué terrible! —fue lo único que supo decir Martha.
—Aquella noche decidí arrancarme los ojos… -y se llevó el pañuelo a la boca ahogando un grito. También Martha había pensado hacer muchas cosas aquella noche, cuando se enteró que Ricardo había muerto en Nueva York: tirarse por la ventana, tomar pastillas, aventarse al paso de un tren…
—En esos momentos uno piensa en hacer tantas cosas absurdas. Es natural.
—…me arranqué los ojos y los arrojé al estanque para que nadie más los viera —decía Griselda quitándose las gafas y cubriéndose el rostro con el pañuelo para sollozar sordamente.
Así permaneció minutos o siglos, una eternidad, mientras el viento movía las hojas de los árboles y era como otro largo sollozo que la acompañaba. Martha no deseaba ahora sino huir cuanto antes de aquella mujer, del trágico jardín ya en sombras y del denso perfume que la envolvía.
—Debo irme, señora, ya es muy tarde —dijo poniéndose de pie y tocando suavemente el hombro de Griselda—, mi madre ha de estar preocupada por mí.
La mujer dejó de llorar y alzó la cara. Martha contempló entonces un rostro transfigurado por el dolor y dos enormes cuencas vacías; mientras los ojos de Griselda, cientos, miles de ojos, lirios en el estanque, la traspasaban con sus inmensas pupilas verdes, azules, grises, y después la perseguían apareciendo por todos lados como tratando de cercarla, de abalanzarse sobre ella y devorarla, cuando ella corría desesperada abriéndose paso entre las sombras vivas de aquel jardín.

2A – Tarea

Buen día Jóvenes.
Les recuerdo que deben entregar el siguiente martes 19 de noviembre de la página 46 a la 49 de su libro de historia.

También les recuerdo que ese mismo día (19 de noviembre)  recogeré libro y libreta  para revisarlo, no recibiré libretas otro día, quien olvide su material de clase perderá el valor que le corresponde a la libreta que está estipulado en el reglamento entregado al inicio de ciclo escolar.

 

 Bonito día

Tarea 1C

Buen día Jóvenes.
Les recuerdo que deben entregar el siguiente martes 19 de noviembre las páginas 32 y 33 de su libro de historia.

También les recuerdo que ese mismo día (19 de noviembre)  recogeré libro y libreta  para revisarlo, no recibiré libretas otro día, quien olvide su material de clase ese día perderá el valor que le corresponde a su libreta estipulado en el reglamento entregado al inicio de ciclo escolar.

 

Tercero Cívica y Ética. Estudiantes de Medicina de la UNAM se niegan a practicar cirugías con animales vivos

 

https://www.saludiario.com/estudiantes-de-la-unam-de-medicina-se-niegan-a-practicar-cirugias-con-animales-vivos/

 

En las últimas semanas se ha generado una situación que ha causado controversia en nuestro país, pues existen personas tanto a favor como en contra. La situación surgió luego que estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) presentaran una queja ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en la cual se señalaba que eran obligados a utilizar animales vivos y sanos para practicar cirugías, algo que consideran cruel e innecesario.

En este caso en específico, se menciona que todos los estudiantes de segundo año de la facultad deben cursar la materia Introducción a la Cirugía, la cual incluye prácticas obligatorias con animales como conejos, los cuales deben ser abiertos a la mitad por la cavidad abdominal.

Al respecto, Lucía de los Ángeles Ambriz Tejada, una de las alumnas con más alto promedio en la UNAM, expresó su molestia e interpuso la queja número 49958/2017 ante la CNDH.

Yo siempre me he interesado mucho por el cuidado de los animales y no estoy de acuerdo en que tengamos que someter a un conejo al estrés de una o varias cirugías y a toda la manipulación que conlleva. El animal no está enfermo, no va a ser para su beneficio, además existen alternativas para aprender.

En ese sentido, la estudiante agregó que existen escuelas de Medicina en otros países que han implementado otras alternativas para aprender a suturar sin utilizar a animales, como emplear maniquíes o simuladores de foami.

Por lo pronto, se desconoce la decisión final que tomarán las autoridades universitarias, pero sin duda se trata de un tema delicado que genera opiniones divididas al respecto.